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jueves, 6 de diciembre de 2012
CONOCIMIENTO ES PODER POR FRANCIS BACON
Conocimiento = poder
Si el conocimiento es poder, como famosamente enunció Sir Francis Bacon a
fines del siglo XVI, este poder está cada vez más concentrado. De hecho, los
países de alto ingreso, que apenas representan un 15,5% de la población
mundial, producen el 85% de los artículos publicados anualmente en revistas
científicas y técnicas; generan el 91% de las patentes solicitadas en el mundo;
reciben el 98% del total mundial recaudado por el uso de derechos de
propiedad intelectual, y disponen del 91% de las 500 mejores universidades
medidas según el ranking de la Shanghai Jiao Tong University. Puestos a las
puertas de una economía global basada en la creación y aplicación del
conocimiento, y ante el umbral de un nuevo modo de producción basado en
flujos de información y la circulación de bienes intangibles, resultan evidentes
las desventajas comparativas de aquellas naciones que no disponen, ni
expanden, sus capacidades de innovar. Chile está ante esta encrucijada. O
bien limita su potencial de crecimiento al despliegue espontáneo de sus fuerzas
productivas, aprovechando las ventajas naturales de la economía mientras
duren, o se empeña determinadamente en desarrollar sus capacidades de
innovación y evita así que siga ensanchándose la brecha de conocimiento que
nos separa de los países desarrollados. Estados Unidos actuó así a partir de la
posguerra, impulsado por la visión de Vannevar Bush y el activismo del
gobierno federal. Japón lo hizo un poco más tarde bajo el estímulo del
poderoso MITI, el Ministerio de Comercio Internacional e Industria, dedicado a
la inversión y la tecnología. Los países nórdicos—especialmente Finlandia y
Suecia—vienen actuando exitosamente en la misma línea desde hace ya un
par de décadas y hoy son líderes mundiales de la inversión en conocimiento e
innovación. El mismo camino eligió más recientemente Australia yNueva
Zelanda. En común, los gobiernos de estos países, en estrecha vinculación con
las empresas y las universidades, crearon un marco institucional propicio para
la innovación y la estimularon activamente. Ninguno esperó que ésta emergiera
totalmente armada del solo tráfico del mercado, como Atenea de la cabeza de
su padre. La promovieron enérgicamente. Diseñaron y aplicaron políticas
públicas con ese fin. Crearon instrumentos y procedimientos para coordinar el
esfuerzo nacional en innovación. Incentivaron la investigación tecnológica y
dieron facilidades a las empresas para desarrollarla.
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